5 de diciembre de 2013

Yo también te odio (Yuri)




Características

La historia se centra en Mato (Matoshihiko) y Kuroi (Kanade Kuroi), dos hechiceras con una intensa relación amor odio difícil de distinguir. Es un rol aleatorio, no es el principio de la historia, por lo que no se entenderá demasiado bien la historia de los personajes. Esto puede tomarse como un prólogo, quizás suba otros roles de estas dos más adelante. Los personajes, la historia, o cualquier cosa que haya salido en el relato es originalmente de May y mío, incluída la invención de los nombres o de la apariencia física del personaje. 

Nivel de Yuri
Personajes


Midori como Kanade 


May como Matoshihiko





Haría un tiempo que Mato se había recuperado de aquellas heridas. Sin embargo no dejaba de pensar siempre en lo último. Aquellos enemigos le habían dicho que fueron los culpables de la muerte de su madre o algo así... Y ella... Ella se vengaría. Es más, lo afirmaba. Se había puesto a entrenar entonces. No le echaba cuenta a nada... Ni a nadie. Ni si quiera a Kanade o al jefe, aunque el jefe no parecía interesarse por que dejase de entrenar y durmiese o comiese. El jefe parecía satisfecho con su entrenamiento, quizás demasiado intensivo. A veces, incluso se quedaba dormida en la propia sala, en los descansos. Pero su pensamiento siempre era el mismo. Después de todo, ella no tenía otra cosa por lo qué seguir adelante, por duro qué pueda ser al ser escuchado. Pero era la verdad, y le daba miedo pensar en aquello más de la cuenta. ¿Qué sucedería si acabase con su venganza? ¿Qué sentido tendría todo lo demás?




Ese día había ido a encargarse de un asunto. Los enemigos resultaron ser algo más fuertes de lo que Mato se imaginaba. Quizás el Jefe quería probarla, quien sabe. Como de costumbre, habían llamado a Kuroi o quizás era ella la que pasaba por allí por casualidad. La cosa es que la peliceleste quizás se había vuelto loca, por razones desconocidas. Y estaba atravesando una y otra vez el cuerpo ya inerte de un enemigo. Se notaban demasiado sus ojeras, y estaba bastante manchada de sangre, a saber si era su propia sangre o la de los demás. No se dio cuenta si quiera de la presencia de la chica.


Aquellos días Kuroi había preferido aprovechar su soledad para entrenar a escondidas. Se había enterado del entrenamiento exhaustivo de su compañera, y ella no podía permitirse quedarse atrás. Sin embargo el Jefe no la miraba a ella, ni él, ni ninguno de los de la organización. Aprovechaba cada momento a solas, cada oportunidad que tenía para intentar estar a su altura, excusándose en que aquello era para poder enfrentarse a la joven Mato más adelante, aunque quizás sus verdaderos motivos era que quería protegerla de algún ataque mayor.

Aquel día Kanade no había querido importunarla. Allí, apoyada a lo lejos sobre su lanza, observaba cómo la peliceleste atravesaba el cuerpo inerte de aquel tipo, en silencio, por raro que parezca sin sonrisa de satisfacción o júbilo al observar como había perdido los papeles. Por el contrario estaba seria, como si aquella imagen no le agradase en absoluto. Murmuró unas palabras en voz baja, y luego, aquel cadáver ardió en fieras llamas. Intentaba desviar su atención hacia ella, no era más que un "Hey, estoy aquí, ¿Qué coño haces?".

Mato lo atravesaba con una espada creada por ella misma, de hielo, por lo que se fundió a la misma vez que el cadáver, y pasó a tirarla ella misma, para no quemarse los dedos. Se quedó entonces en aquel mismo lugar, con los ojos aun demasiado abiertos, mirando al suelo, quieta, como preguntándose a sí misma qué era lo que había hecho. No miró a Kanade ni una sola vez. Aunque era obvio que había reconocido ese ataque.

Pasó realmente un rato, y la chica seguía igual, quizás movió un poco la mirada para ver a cada uno de los cadáveres del lugar. Todo creado por ella misma. No era por nada por lo que había perdido los papeles, si no porque estos la confundieron aun más, diciéndole que nadie mató a su madre, que seguía viva. Y ella no sabía ahora qué creer, no había visto cadáver que dijese que su madre estuviese muerta, pero llevaba desaparecida años, muchos años. De buenas a primeras se dejó caer al suelo, de rodillas…Pero no llegó a caer. Pues en un gesto brusco, en lo que la chica se dejaba caer de rodillas, Kanade pasó el brazo por debajo de sus costillas y la levantó en el aire. Y con ese mismo impulso, terminó por pegar su espalda contra una de aquellas ruinas, aún con Kanade con el brazo firmemente en su cuerpo, como si pretendiese arrinconarla. Sujetaba con su mano libre la lanza, y su larga cabellera carmesí, recogida en una alta coleta escarmenada, se agitó bruscamente de un lado a otro. Y su mirada, firme pero vacía, sin ninguna expresión o sin nada que decir, estaba clavada en los ojos verdes de su compañera. No quiso transmitirle nada con esto, no quiso decirle nada o hacerle ver nada. Tan solo lo hizo por instinto, no solo la levantó, sino que la "acorraló". Quizás su subconsciente lo había hecho para demostrarle que si ella estaba allí, Mato no podía perder los papeles. Quizás quería dejar claro que la única que podía hacerlo era ella, y solo porque siempre Mato la devolvía a su cordura. Lo único seguro es que en aquel momento, y mirándose de cerca, solo el ruido del viento se escuchaba a su alrededor, meciendo el pelo de ambas.

Mato  siguió con la mirada agachada, moviéndose levemente solo porque la otra la movía. Parecía un muñeco, quizás. Con sus ojos entrecerrados y sus labios entreabiertos, escuchaba el sonar del aire, sin decir aun nada. Sin embargo, por su cabeza pasaban miles de imágenes. Odiaba no poder parar de pensar, aunque antes lo había hecho.. O quizás no, antes en su cabeza todo era un ''venganza, venganza, venganza, venganza''. Ladeó un poco hacía el lado la cabeza, como si le pesase, tras un buen rato, todo sea dicho. Alzó también su mirada verdosa, clavándola directamente en los ojos anaranjados de su compañera. Mato parecía perdida y confusa. Y quizás eso era lo que le pasaba. Su mirada era una extraña mueca entre la tristeza, el vacío, la perdida y la confusión. Volvió a entrecerrar los ojos, aunque los volvió a abrir otra vez, como si intentase enfocar realmente a la pelirroja. Cerró sus labios del todo, haciendo con ellos una línea recta, aunque fueron también cuestión de segundos, pues murmuró.

-K-Kur... -Aunque no terminó la frase, o mejor dicho, el nombre o apellido.

-....Bah....Cállate.

Espetó la pelirroja, sin más. Quizás le venía bien eso de haberse ganado el apodo de "fuerza bruta", pues sin más, pasó el brazo de la peliazul por encima de sus hombros e intentó ayudarla a caminar lejos de aquellos cadáveres. No dijo nada más, y esta vez en su rostro sí que se podía observar una expresión; malestar. Fruncía el ceño y entrecerraba los ojos, pero no furiosa con Mato, sino con todo lo que le rodeaba. Pero aún más consigo misma, por verse obligada a comportarse así con ella, a ayudarla. Quizás, y al fin y al cabo, realmente la quería. Bajó aquella colina, alejándose todo lo que podía, aunque sin rumbo fijo, de aquel lugar y de aquellos tipos. Solo quería que ella dejase de pensar por un momento, pero no quería parecer preocupada, por lo que no dijo nada. Tampoco iba a volver a la organización, por el momento. Parecía más bien que se adentraba en un campo de trigo.

Mato no quiso mirar hacia atrás en ningún momento, aunque a veces no podía evitar hacerlo de reojo. Parecía anonada, como si de algún modo no fuese la orgullosa Mato. Callada, severa y fría. Miraba al frente, simplemente, con los ojos medio cerrados, como si tuviese sueño, aunque la cosa no era así del todo. Ni si quiera estaba demasiado herida. La cosa era más de la mente. Sus entrenamientos de alguna manera si que la habían hecho más fuerte. De nuevo, solo se movía porque la otra la empujaba, pero no hacía nada más. Solo cuando pararon, alzó muy levemente la palma de su mano, observando lo mucho que estaba manchada de sangre. Aunque también arañada y herida. Se deshizo de pronto del agarre de la pelirroja, dando un traspié, pero sin llegar a caerse, mirando ahora al suelo, respirando quizás algo agitada, con cada brazo colgando de cada lado de su cuerpo.

-¿Por qué...? 

Quizás era cierto que había perdido los papeles. Y quizás aun no los había recuperado. De sus manos, repentinamente se formaron dos orgullosas y resplandecientes, además de afiladas, katanas blancas. Kanade abrió de par en par sus anaranjados ojos. No quería pensarlo, pero, ¿Acaso iba a atacarla ahora? Por suerte se había traído la lanza consigo, pero ni siquiera se molestó en adoptar su posición de ataque. No creía que fuese a atacarla a ella, más bien pensaba que rompería algo, o cortaría el trigo, algo así. Sin embargo frunció el ceño, ¿Y si no era así? No creía que fuese a matarla, así que tampoco le dio importancia. Como mucho le daría un golpe, y a eso estaba más que acostumbrada.

-¿Por qué, qué?

-Por qué...por qué...por qué... -Repitió varias veces, volviendo a agachar la mirada, con los ojos bastante abiertos, como si realmente se hubiese vuelto loca.- ¡Todos ustedes....! ¡La organización no es mucho mejor que los otros! ¡Obligamos a la gente a luchar por algo que ni si quiera sabe lo que es! ¡Le quitamos la libertad a vivir, a pasar el tiempo con sus familias! ¡La organización nos arrebata todo! ¡Me arrebataron todo! ¡Mi madre..! ¡Mi madre no tenía culpa de nada, de nada, me oyes! ¡Y tuvo que morir por culpa de ellos! ¡Todos ellos! ¿Quien se supone qué son los malos? ¡O no, espera! ¡Quizás mi madre esté viva, y muerta del asco! ¡Y yo no pienso perder más el tiempo, acatando ordenes de un tipo, del tipo que me destruyó mi vida, mis ilusiones y mis sueños! 

Gritaba realmente desesperada, aunque quizás a veces sus frases no tuviesen mucho sentido. Realmente parecía estar harta de todo eso. Quizás pensaba meterse en la base enemiga, quería encontrar a su madre de algún modo, o confirmar de una vez qué estaba muerta. ¿Qué le habría pasado en la pelea de esa vez? Aun no atacó, y quizás no lo haría.. O quizás sí. Quizás todo dependiese de la respuesta de la pelirroja, si es que tenía una.

-... ¿De qué mierdas estás hablando, Matoshihiko? ¡Se supone que lo que hacemos es para proteger a las personas! Tú al menos tuviste una familia, ¡Yo ni siquiera sé lo que es eso! La organización a mí no me ha arrebatado nada, a mí me ha dado una razón para vivir y para seguir luchando. ¡La organización me ha hecho ser como soy, y no permitiré que se te pase por la cabeza traicionar al Jefe!  

Esta vez fue ella la que sujetó con firmeza su lanza, entrecerrando los ojos, en una mueca brusca y furiosa. Eso le había dolido más de lo que la otra podría entender. El jefe lo era todo para ella, absolutamente todo. Y lo menos que podía hacer, ya que él la había salvado, era devolverle el favor. Entonces Mato también alzó sus katanas, las dos, a un punto en el que estaría dispuesta atacar en cualquier momento. Incluso se puso en posición de ataque.

- ¿Y qué es lo qué te pasa a ti, eh, Kanade? ¿Por qué me odiaste desde el primer momento? ¡¿Acaso te lo mandó él?! ¡¿O me odias porque me tienes envidia?! ¿Una razón para vivir?.. ¿¡Ah, sí!? ¡¡¿Y cuál es esa razón, Kuroi?!! ¿¡Cual es!? ¡Yo te la diré! ¡Tú vives únicamente por derrotar a gente que no tiene nada que ver contigo! ¿A quién quieres, qué quieres? ¿Qué considera tú como sueño? ¿Qué es en lo que crees, o mejor, acaso tienes algo en lo que creer, por lo que ilusionarte? ¡Quédate entonces como la mejor de la organización! ¡Yo no quiero ese lugar, nunca lo quise! ¡Yo me voy de él! ¡Me informaré sobre el caso de mi madre, o si no, simplemente, que la suerte esté conmigo! ¡Hacerlo o morir en el intento! ¡Así también te quitaría un peso de encima! ¿¡¿¡NO, KUROI!?!?

Quizás, no decía todo eso en serio. Quizás era de la frustración del momento. Aunque quizás si que iba a hacer lo que decía, irse a la base enemiga, infiltrarse, y saber sobre su madre. Luego, si es que no moría en el intento, ya vería lo que hacer.

-¡¡TE ODIO PORQUE NO ERES CAPAZ DE VER MÁS ALLÁ DE TUS PROPIOS PROBLEMAS!! -Y asestó con la lanza contra sus espadas, quizás a propósito, pues no quería hacerle daño realmente.- ¡¡¿O vas a decirme que te has preocupado alguna vez por alguien más que por ti misma?!! ¡Ser la primera, ser la mejor! ¿Por qué ibas a serlo si luego ni siquiera te importa? ¡No valoras el cargo que se te ha concedido, un poder con el que puedes proteger a personas! ¿¡Sabes qué?! ¡¡LÁRGATE!! ¡Quizás yo luche para derrotar a gente que no tiene que ver conmigo, pero también lucho para proteger a personas que no conozco de esa gente! ¡Tú no servirías para ello, porque no te importa nadie más que tú! -Volvió a asestar contra sus katanas, decidida, gritando con brusquedad como hacía siempre.- ¡Lárgate a buscar a tu madre, pero te aseguro que no ocuparé tu puesto, Matoshihiko! ¡Quedará como un puesto vacío que nos recuerde a todos lo insignificante que es tener poder si luego no lo usas para poder ayudar! ¿Sabes qué? ¡Ya no te envidio! ¡No podría envidiar a los débiles!

Esta retrocedía, escuchándola entonces, frunciendo el ceño, quizás tanto a más no poder, comenzando a parar los ataques de la chica, hasta que murmuró, quizás en voz normal, mucho más baja que los chillidos anteriores.

- ¿Qué no me he preocupado por nadie más que de mí misma...?


Y entonces fue esta vez ella la que atacó a Kanade, derribándola, quizás demasiado enfadada como para controlar su propia fuerza. Y se mantuvo en pie, pero no orgullosa, si no qué se tapó los ojos con su propio flequillo. Abrió los labios para decir algo. ''Si que me he preocupado por alguien más. Por ti, siempre. Desde qué apareciste. Y no sé por qué ni si quiera. Supongo qué será porque te aprecio, después de todo''. Pero no llegó a decir eso. Se quedó en pie, y dijo quizás algo que nunca debió decir en lugar a lo que realmente quería decir.

-Tienes razón. Nadie más me importa. Ellos no hacen nada por mí, yo no tengo que hacer nada por ellos. Recordarme como os dé la gana. Yo...

Entonces alzó un poco la cara, mirándola aun desde más arriba, para luego entrecerrar sus ojos verdosos, amenazante.

-...También te odio. 


Sin decir nada más, se giró, andando lentamente al principio, pero de buenas a primeras, y con la velocidad que la caracterizaba, desapareció del lugar.




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